Noé Hernández Cortez*
Tengo que tener responsabilidad fiscal, credibilidad monetaria.
Eso no es de izquierda ni de derecha, mi amigo
Ricardo Lagos, ex presidente de Chile.
Resumen
En el presente ensayo argumentamos que las políticas monetarias implementadas por los bancos centrales no son neutrales ideológicamente, como pretende establecer el discurso político proveniente del vocabulario tecnocrático. Las políticas monetarias de los bancos centrales son articuladas por las ideologías políticas de los gobiernos en turno. Para demostrar lo anterior realizamos un estudio comparativo entre los bancos centrales de Chile y Venezuela (1999-2009), para mostrar que las ideologías políticas de izquierda construyen un discurso propio para la legitimación de sus políticas monetarias. Cerramos con unas consideraciones finales que sostienen que las políticas monetarias de los bancos centrales responden más que a la eficiencia económica, a ideologías políticas gubernamentales.
1. Introducción
En el 2004 el aún presidente de Chile Ricardo Lagos declaraba en el diario argentino La Nación: “Tengo que tener responsabilidad fiscal, credibilidad monetaria. Eso no es de izquierda ni de derecha, mi amigo”. Esta declaración de Lagos se convirtió en un lugar común en todas sus entrevistas que daba tanto a nivel nacional como internacional. Así, Lagos pretendía borrar la geometría política izquierda-derecha desde un discurso político proveniente de la tecnocracia. A contracorriente de esta concepción tecnocrática de la política, que tomó carta de naturalización en el discurso político latinoamericano, en el presente ensayo argumentamos que la geometría política izquierda-derecha es de gran explicación para dar cuenta sobre la forma en que se lleva a cabo el manejo de la política monetaria. Nuestro supuesto es que el diseño de la política monetaria por parte de los bancos centrales no es una función neutral en términos ideológicos como suponen los técnicos de la economía y legitimados por el discurso de los políticos, sino más bien responde a proyectos de ideologías políticas[1] del gobierno en turno.
Para sustentar que las políticas monetarias son la expresión práctica de proyectos ideológicos gubernamentales, delinearemos primero las recomendaciones que en políticas públicas diseñó el Consenso de Washington para América Latina, y en un segundo momento argumentaremos la configuración política del giro a la izquierda como una respuesta negativa o positiva al Consenso de Washington. Como señala Arditi (2009), el impulso hacia la izquierda que vive América Latina hoy es producto para algunos países del “descontento” sufrido frente a las políticas neoliberales recomendadas por el Consenso de Washington. Posteriormente, para fines analíticos señalaremos dos modelos de ideologías políticas de izquierda en América Latina: un modelo socialdemócrata representado por Chile (Navia, 2007) y un modelo de izquierda-populista representado por Venezuela (Laclau, 2006). Nuestro argumento central es que ambos modelos han configurado dos estrategias distintas en el manejo de las políticas monetarias por parte de los Bancos Centrales tanto en Chile como en Venezuela, para ello exploraremos la dimensión de autonomía de los bancos centrales de acuerdo con el proyecto político y económico en cuestión. Cerramos nuestro ensayo con unas consideraciones finales en donde asumimos que las políticas monetarias se pueden estudiar desde las posiciones ideológicas de los proyectos políticos gubernamentales.
2. El Consenso de Washington
La década de los ochenta en América Latina se caracteriza en el plano económico por la intervención desmedida del aparato estatal en el sector productivo. Desde una lectura política esta absorbente intervención del Estado en la economía fue posible por la naturaleza de sus regímenes autoritarios (Collier, 1985; Levitsky y Way, 2004) las políticas económicas eran dictadas desde los grupos políticos que aliados con el empresariado nacional, marcaban el rumbo de la economía del país. Así, las políticas económicas estaban diseñadas de arriba hacia abajo, sin participación de otros actores políticos que no fuera la élite política y económica de cada país. Frente a esta situación la presión externa hacia los países de América Latina se estructuró desde el Consenso de Washington. El programa general del Consenso de Washington consistió en diseñar recomendaciones severas y restrictivas en materia de política económica, caracterizada principalmente por el ajuste en política fiscal y el gasto público eficiente por parte del gobierno (Williamson, 2003).
El paquete de políticas públicas recomendadas por el Consenso de Washington tenía como propósito fundamental modernizar al Estado. Una parte importante de los argumentos en torno al Estado en la década de 1990 sostenían la necesidad de recortar o disminuir su exagerado papel. Estado burocrático que generó un gran déficit fiscal, una actividad económica opresiva y una gran centralización del gobierno. Lo que se necesitaba era un Estado fuerte y capaz para apoyar a los mercados, por lo que un Estado arbitrario y corrupto impedía su desarrollo. Lo importante era retirar al Estado de las áreas en que no es eficiente, para que se concentrara únicamente en las áreas que incentivaran la eficiencia de los mercados: la provisión de infraestructura institucional de una economía de mercado, de seguridad y bienes públicos, y el cuidado de los miembros de la sociedad en situación de exclusión social. En síntesis, los diseñadores y promotores del Consenso de Washington resumían en recetas mínimas el desmantelamiento del Estado y el impulso de una economía de mercado.[2]Como señaló con argumentos críticos contra el Consenso de Washington, Joseph E. Stiglitz en 1998, “…demasiado a menudo el dogma de la liberalización devino un fin en sí mismo, no un medio para alcanzar mejores sistemas financieros.” (Stiglitz, 1998).
De esta manera, en Venezuela las políticas neoliberales impulsadas por el gobierno de Carlos Andrés Pérez fueron profundas y demolieron las funciones sociales que venía desempeñando el Estado. En el caso chileno las políticas neoliberales fueron impulsadas durante el gobierno dictatorial de Augusto Pinochet, y legitimadas posteriormente por el Consenso de Washington (Navia, 2007). En este primer proceso de liberalización económica tanto Venezuela como Chile emprendieron reformas en el sentido de darle autonomía e independencia a sus bancos centrales con el propósito de alejarlos del juego político, pues la política monetaria se convirtió así en prioridad para la correcta implementación de políticas neoliberales ahora preocupadas por controlar la inflación y la estabilidad macroeconómica.
3. Dos modelos de ideologías políticas de izquierda: el socialdemócrata y la izquierda-populista
El tema del giro a la izquierda en América Latina representa un fuerte debate en el mundo académico y político. En primer término el concepto “izquierda” en el vocabulario político es un término polisémico. Hay definiciones simplistas como las que presentan Jorge Castañeda (2006) y Jesús Tovar Mendoza (2008), las cuáles destacan por presentar a la izquierda en América Latina fuera de los contextos políticos complejos de cada país y por fijar fuertes posturas normativas clasificando a los gobiernos de izquierda como “buenos” o “malos”. Para fines de nuestro trabajo señalaremos dos modelos de ideologías políticas para la izquierda en el actual contexto político latinoamericano, con la finalidad de poder explicar las características de los Bancos Centrales de Chile y Venezuela dentro de cada modelo. Asimismo, realizaremos una comparación entre la dinámica del Banco Central de Chile y Venezuela con el objetivo de trazar semejanzas y diferencias que nos proporcionen elementos que argumenten que de acuerdo con cada modelo de izquierda existe una forma especifica de funcionamiento de las políticas monetarias en cada Banco Central.
Nuestra propuesta sobre la clasificación de los dos modelos de las ideologías políticas de izquierda aquí presentados tienen dos dimensiones teóricas: una dimensión propiamente política y una dimensión económica.[3] Para la dimensión política nos apoyamos en Ernesto Laclau (2006) quien clasifica a la izquierda latinoamericana en el espectro ideológico de izquierda-centro. De acuerdo con Laclau la dimensión política de la centroizquierda latinoamericana se distingue por la forma de traducir las demandas sociales de la sociedad civil por parte del Estado. En ese sentido, el caso chileno se caracteriza por traducir sus demandas sociales dentro de marcos institucionales gubernamentales, a lo que Laclau llama la ley de la diferencia. Así, el actual orden institucional en Chile es producto de la dictadura de Augusto Pinochet. Con la llegada de la coalición partidaria de la Concertación se impulsaron políticas socialdemócratas dentro del modelo neoliberal heredado por la dictadura, transformando de esta manera el sistema económico con políticas públicas con “rostro humano”, es decir, existieron canales institucionales para satisfacer las demandas sociales. Por otra parte, en países en donde existió una ruptura populista como es el caso de Venezuela a partir del ascenso al poder de Hugo Chávez en 1999, predominaron según Laclau demandas sociales insatisfechas que al no encontrar canales institucionales gubernamentales para ser atendidas, se transformaron este conjunto de demandas sociales aparentemente dispersas en un centro ideológico hegemónico que llamamos populismo, es decir, prevaleció lo que Laclau llama la lógica de la equivalencia.
Para la dimensión económica nos apoyamos en el trabajo de John Sheahan titulado Modelos Alternativos de Capitalismo en América Latina (2002). Nuestro interés es entender las políticas monetarias de los bancos centrales en Chile y Venezuela, no como instituciones aisladas de los proyectos políticos y económicos del gobierno, sino precisamente como producto de ideologías políticas que sustentan las políticas monetarias implementadas por el gobierno. De acuerdo con John Sheahan en el modelo de capitalismo en Chile –que en realidad son expresiones de las pautas históricas que ha seguido la política económica del Estado en dicho país- se pueden identificar los siguientes períodos: a). 1965-1970, un modelo de capitalismo en donde el Estado formula políticas públicas inclusivas; b). 1970-1973, un modelo de corte marxista; c). 1973-1990, un modelo neoliberal con mercado autoritario, al cual podemos denominarlo como un modelo neoliberal “sin rostro humano”; d). 1990-2009, un modelo liberal mixto con fuerte impulso de la economía de mercado, pero a la par un estado activo en políticas sociales focalizadas. De acuerdo con nuestro criterio y siguiendo la tipología que presenta Sheahan, en el caso de Venezuela podemos identificar dos períodos: a). 1988-1999, se caracteriza por ser un modelo neoliberal, caracterizada por una profunda liberalización en donde se aboga por una mínima intervención por parte del Estado en los mercados; b). 1999-2009, implementación de un modelo populista caracterizado por una fuerte intervención en políticas públicas inclusivas.
Las dimensiones política y económica nos permiten tener una mayor amplitud para caracterizar el modelo socialdemócrata en Chile y el modelo de izquierda-populista en Venezuela. Cabe advertir que en el presente ensayo la palabra populismo no tiene una carga peyorativa, sino más bien representa una categoría que permite comprender una realidad política.[4] La visión de conjunto de las dimensiones política y económica de los modelos socialdemócrata chileno y el modelo de izquierda populista en Venezuela, se representan en la Tabla 1.
Tabla 1. Dimensiones política y económica de los modelos de las ideologías políticas de izquierda en Chile y Venezuela | ||
Modelo | Dimensión política | Dimensión económica |
Socialdemócrata en Chile, 1999-2009 | Origen: demandas sociales canalizadas por medios institucionales | Modelo liberal mixto con fuerte impulso para establecer la economía de mercado y un fuerte activismo estatal en políticas públicas. |
Izquierda-populista en Venezuela, 1999-2009 | Origen: demandas sociales insatisfechas, no atendidas por las instituciones gubernamentales | Modelo populista caracterizado por el impulso de políticas sociales inclusivas. |
Fuente: Elaboración propia a partir de las perspectivas teóricas de John Sheahan (2002) y Ernesto Laclau (2005).
Consideramos que los modelos que representamos para el caso chileno y venezolano recogen bien las dimensiones políticas y económicas del contexto de cada país. Desde el punto de vista analítico tanto el modelo socialdemócrata y el modelo de izquierda-populista, presentan coordenadas de análisis que permiten estudiar las ideologías políticas concretas, las cuáles a la vez se conciben como diseños institucionales que responden a proyectos políticos gubernamentales.
4. La autonomía de los Bancos Centrales: Chile y Venezuela
El supuesto normativo fundamental sobre la autonomía de los Bancos Centrales radica en que es “bueno” para la democracia que el manejo de las políticas monetarias este alejada del juego político. Este criterio de autonomía implica que los bancos centrales deben sólo desempeñar las funciones del diseño de las políticas monetarias, cuya tarea central es el manejo de las variables macroeconómicas como son el control de la inflación y la estabilidad económica. En ese sentido Arend Lijphart (2000) considera la autonomía de los Bancos Centrales como una variable institucional fundamental para evaluar a la democracia. De acuerdo con Lijphart una democracia robusta cuenta con bancos centrales autónomos e independientes de la esfera política. No obstante, autores como Delia M. Boylan (1998) y Frédéric Lebaron (2000) han mostrado que la supuesta “independencia y autonomía” de los bancos centrales es sólo un criterio normativo, pues en los hechos los bancos centrales responden a los intereses de la élite política y económica. De acuerdo con Delia M. Boylan la hipótesis sobre la autonomía e independencia de los bancos centrales con respecto a la arena política se recoge en lo que ella llama la “literatura de la credibilidad”,[5] sobre este punto Boylan argumenta:
En años recientes, las investigaciones sobre la autonomía de la banca central en los países industrializados avanzados han proliferado bajo el término general de la “literatura de la credibilidad”. En pocas palabras, esa literatura afirma que los gobiernos crean bancos centrales autónomos para “atarse las manos”; y construye modelos a partir de la premisa de que todos los políticos cuentan con la habilidad para utilizar la inflación con el propósito de generar resultados favorables a corto plazo (Kydland y Prescott, 1977; Barro y Gordon, 1983a y 1983b). Consecuentemente, aun cuando un gobierno pueda comprometerse a mantener la estabilidad macroeconómica, los actores económicos nacionales saben que los políticos siempre estarán tentados a provocar inflación para ganar votos. Sin embargo, puesto que los actores del sector privado incorporan en sus contratos laborales esas expectativas, el resultado neto es una espiral inflacionaria sin incrementos correspondientes en el empleo (Boylan, 1998: 50)
La llamada “literatura de la credibilidad” tiene sus defensores en ciertos círculos de economistas y politólogos. Para estos círculos académicos la autonomía e independencia de los bancos centrales operan bajo criterios tecno-económicos, asépticos a toda influencia de las ideologías políticas. No obstante, se ha mostrado que las ideologías políticas en los países en desarrollo juegan un papel fundamental para determinar las políticas monetarias de los bancos centrales. Lo que nos indica que la política fiscal y la regulación de la estabilidad macroeconómica responden a proyectos políticos y económicos del gobierno que pueden ser de derecha o izquierda, o como argumentamos en nuestro presente trabajo responden a distintos modelos de izquierda. Sobre este punto escribe Delia M. Boylan:
Las teorías de partidos aplicadas a la economía política […] sugieren que los partidos de izquierda y derecha, por ejemplo, difieren sistemáticamente en lo referente a la combinación de inflación y desempleo que prefieren (Hibbs, 1977). Las primeras variantes de esas teorías quedaron en descrédito porque suponían la existencia de una curva de Phillips (equilibrio entre poca inflación y poco desempleo) permanentemente explotable. No obstante, los trabajos teóricos recientes han demostrado que, a raíz de la incertidumbre que rodea a las elecciones, los políticos pueden aprovechar una curva de Phillips de corto plazo para manipular temporalmente la economía en provecho propio, ya sea hacia una inflación reducida, en el caso de la derecha, o bien hacia una tasa de desempleo baja, cuando se trata de la izquierda (Alesina, 1988; Alesina y Sachs, 1988). Puesto que la autonomía del banco central aumenta los costos de generación de ciclos expansionistas a corto plazo, es probable que los partidos de izquierda consideren una desventaja dicha autonomía (Boylan, 1998: 53).
Para argumentar sobre el grado de autonomía que tienen los bancos centrales en Chile y Venezuela, consideramos la influencia política e ideológica que tiene el Ejecutivo sobre la política monetaria en los bancos centrales. Por otra parte, asumimos que los bancos centrales responden a los proyectos políticos del gobierno y una forma de detectar esta forma de operar es través de los modelos de izquierda clasificados como modelo de izquierda socialdemócrata y el modelo de izquierda-populista.
Como señalamos líneas arriba el modelo neoliberal en Chile fue herencia de la dictadura de Augusto Pinochet. Con la llegada de la Concertación en 1990 “una coalición formada por partidos de centro y de izquierda, ha ganado todas las elecciones gracias a que supo mantener las políticas económicas neoliberales adoptadas por Augusto Pinochet. Y a la vez logró introducir políticas públicas diseñadas para reducir la pobreza y reformas institucionales que permitieron la consolidación democrática.” (Navia, 2007: 26). En este contexto, los chicago boys de la dictadura pinochetista diseñaron un Banco Central que tomaba decisiones de manera vertical, en esta forma de operar estaba ausente lo que Guillermo O’Donnell (1998) llamaría el accountability horizontal, es decir, la ausencia total de contrapesos al dictador y una retirada total de vínculos de la sociedad civil de resistencia. No obstante, con la llegada de la Concertación el Banco Central de Chile cobró autonomía e independencia con respecto a la esfera política. En ese sentido se concibió al Banco Central de Chile como una institución autónoma cuya tarea principal fuera el manejo de las variables macroeconómicas. En ese sentido, el mandato constitucional en su artículo 98 le asigna al Banco Central de Chile las siguientes atribuciones:
El Banco Central sólo podrá efectuar operaciones con instituciones financieras, sean públicas o privadas. De manera alguna podrá otorgar a ellas su garantía, ni adquirir documentos emitidos por el Estado, sus organismos o empresas.
Ningún gasto público o préstamo podrá financiarse con créditos directos o indirectos del Banco Central.
La política monetaria concebida en un modelo social demócrata en donde no existió en términos políticos una ruptura populista, le permitió gozar de una estabilidad política dentro de un marco institucional democrático. Además esta estabilidad política fue propiciada por la coalición de la Concertación, cuyo proyecto político y económico ha consistido en el manejo de políticas monetarias que salvaguardan la economía de mercado, como es la disciplina fiscal y el manejo restrictivo de las variables macroeconómicas. La dictadura de Augusto Pinochet se opuso férreamente a la reforma constitucional para otorgarle autonomía al Banco Central de Chile, reforma que se afianzó durante el mandato del gobierno de la Concertación. Es claro que un perfil ideológico de modelo socialdemócrata conciba un tipo de capitalismo de modelo liberal mixto, en donde se impulsa la economía de mercado y a la vez el Estado juega un papel activo en políticas públicas que buscan brindar los servicios e infraestructura a la ciudadanía, es decir, en clave de Laclau se busca una lógica de la diferencia. En ese sentido, el Ejecutivo en turno en Chile ha guardado una afinidad ideológica con las políticas monetarias diseñadas por el Banco Central de Chile (Boylan, 1998), y esta afirmación sigue siendo vigente para el gobierno socialdemócrata de Michelle Bachelet.
Con la llegada al poder en Venezuela de Hugo Chávez Frías en 1999 ha cambiado el perfil ideológico del proyecto político y económico del gobierno venezolano. Las políticas neoliberales impulsadas a finales de la década de los ochenta por Carlos Andrés Pérez, poco a poco se fueron erosionando de la agenda de la política pública del gobierno de Venezuela. En el caso de Venezuela si hubo una ruptura populista en el sentido de que la insatisfacción de las demandas sociales no fueron cumplidas por parte del modelo neoliberal. En ese sentido, el modelo de capitalismo que observamos en Venezuela es un populismo con políticas públicas incluyentes.
La existencia de una lógica de equivalencia como afirma Laclau, hizo posible que las demandas sociales insatisfechas constituyeran el movimiento hegemónico de la Revolución Bolivariana impulsado y liderado por Hugo Chávez. De ahí que el proyecto político y económico de gobierno impulsado por el Ejecutivo venezolano responda a las demandas del “pueblo”. Esta lectura política nos permite indicar que las políticas monetarias responden al perfil ideológico de la actual administración de gobierno presidida por Hugo Chávez. Así, la política monetaria responde a lo que hemos definido aquí como un modelo de izquierda-populista, en donde se observa en primera instancia la intervención fuerte del Ejecutivo en las últimas reformas al Banco Central de Venezuela, principalmente a través del Ministerio de Finanzas, pues aunque la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (2009) señale la autonomía al Banco Central de Venezuela, este se somete a la vigilancia y diseño conjunto de las políticas monetarias al Ministerio de Finanzas, éste último órgano gubernamental tiene la influencia directa del Ejecutivo. En el Título VI Del Sistema Socioeconómico, Capitulo II, Sección IV de la Constitución de Venezuela se lee lo siguiente:
Dada la relevancia que tienen en Venezuela los efectos monetarios de la gestión fiscal, se plantea la necesidad de establecer adecuadas reglas que garanticen la coordinación de política macroeconómica, que fijen el marco institucional en que se deben desarrollar políticas específicas.
El principio de coordinación requiere que el Banco Central de Venezuela y el Ministerio encargado de las Finanzas coordinen sus políticas y a través de un programa o acuerdo que defina un curso anunciado con anticipación, consistente con el logro de determinados objetivos. Se establece un mecanismo para la resolución de conflictos entre el Banco Central de Venezuela autónomo y el Fisco, en función de evitar las tradicionales contradicciones entre la política monetaria y la política fiscal. (Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela, 2009: 12-13)
El anterior mandato constitucional indica que la política monetaria va de la mano con la política fiscal. De ahí que el Ejecutivo tenga injerencia directa en las políticas monetarias como sucedió en el decreto Nº 2.302 en donde la intervención del Ejecutivo en el mercado cambiario es evidente, y ello responde a su proyecto político y económico de gobierno propio de su modelo de izquierda-populista:
Artículo 1º. El presidente de la República, en Consejo de Ministros, aprobará los lineamientos generales para la distribución del monto de divisas a ser destinado al mercado cambiario, oída la opinión de la Comisión de Administración de Divisas (CADIVI), de acuerdo al presupuesto de divisas se establecerá en aplicación del Convenio Cambiario (Decreto Nº 2.302; 5 de febrero de 2003).
Lo que se observa en estas estrategias de política monetaria del presidente Hugo Chávez es presentar un modelo económico alternativo al modelo neoliberal del Consenso de Washington, lo que nos indica que su modelo de política y economía se ubica en lo que hemos denominado modelo de izquierda-populista.
Como hemos argumentado, las políticas monetarias de los bancos centrales de chile y Venezuela responden claramente a ideologías políticas de izquierda. La literatura de la credibilidad presenta al modelo socialdemócrata chileno como ejemplo para la región (Williamson, 2003; Castañeda, 2006; Tovar, 2008;); por el contrario los críticos al modelo izquierda-populista consideran de irresponsable las políticas monetarias establecidas por Hugo Chávez (Castañeda, 2006; Tovar, 2008); No obstante, lo que nos interesa presentar en nuestra investigación son coordenadas de investigación que analicen los entornos sociopolíticos de los Bancos Centrales, pues siguiendo a Boylan (1998) y Lebaron (2000) los Bancos Centrales no son neutrales a las condiciones sociopolíticas de cada país. Una vez expuesta la lógica de las ideologías políticas de izquierda en cuanto al manejo de la política monetaria en Chile y Venezuela, podemos realizar un análisis comparativo entre ambos países en cuanto al manejo de los Bancos Centrales como respuesta a modelos distintos de izquierda.
El modelo socialdemócrata chileno -como hemos señalado líneas arriba- es una herencia de la dictadura de Pinochet y responde a las políticas neoliberales. Los gobiernos de Ricardo Lagos y de Michelle Bachelet responden a esta lógica neoliberal con rostro humano, de ahí que no sea casual que las políticas monetarias se ocupen de las variables macroeconómicas que protegen el libre mercado. Desde la coalición de la Concertación existe una afinidad ideológica entre los ejecutivos y el Banco Central, la autonomía del Banco Central en Chile responde a la política neoliberal fijada por el Consenso de Washington, puesto que en este punto el dictador Augusto Pinochet fue renuente en su momento a otorgarle la independencia al Banco Central.
En cambio, con la llegada al gobierno de Hugo Chávez en 1999 en Venezuela, de inmediato concertó un programa político y económico que marcara diferencia a lo recomendado por el Consenso de Washington en cuanto a políticas monetarias. La autonomía del Banco Central de Venezuela es relativo pues existe injerencia de la Legislatura y del Ejecutivo a través del Ministerio de Finanzas, gracias a estos canales de intervención el Ejecutivo venezolano puede establecer políticas monetarias de corte izquierda-populista, pues sin olvidar el contexto de ruptura populista con que llegó al poder Hugo Chávez, implementa políticas de corte populista, como hemos mostrado el Ejecutivo venezolano interviene en el mercado cambiario, algo impensable en el modelo chileno y de las políticas neoliberales que predominan en América Latina. Para un análisis conceptual sobre las políticas monetarias de los Bancos Centrales bajo modelos distintos de izquierda en Chile y Venezuela presentamos el siguiente cuadro comparativo en la Tabla 2.
Tabla 2. Análisis comparativo entre los Bancos Centrales de Chile y Venezuela | ||||
País | Modelo de izquierda | Dimensión política | Dimensión económica | Autonomía de los Bancos Centrales |
Chile | Modelo socialdemócrata | Sin ruptura populista | Continuidad en Políticas económicas de corte neoliberal, presentando un modelo de capitalismo mixto. | Afinidad ideológica entre la coalición de la Concertación, el Ejecutivo y las políticas monetarias neoliberales del Banco Central. La autonomía del Banco Central en Chile tiene la función de controlar las variables macroeconómicas para otorgarle estabilidad al mercado. |
Venezuela | Modelo de izquierda-populista | Con ruptura populista | Ruptura con las políticas de corte neoliberal, presentando un modelo de capitalismo populista | Autonomía relativa. Fuerte intervención del Ejecutivo en las políticas monetarias del Banco Central de Venezuela. Las políticas monetarias responden al proyecto político de izquierda-populista. |
Fuente: Elaboración propia.
5. Consideraciones finales
En un artículo del 2007 publicado por Ricardo Lagos en la revista Letras Libres titulado “Chile: creatividad para el desarrollo”, escribía lo siguiente: “Para enfrentar ese problema [la pobreza] iniciamos el programa Chile Solidario. Algo que no encontramos recetado en ningún libro. Llegamos a golpear la puerta de cada indigente y le dijimos: ‘Señor, éstos son los derechos que el Estado le reconoce y que usted desconoce” (2007: 22). En ese tono “optimista”, el ex presidente Ricardo Lagos destaca que Chile fue “un alumno aventajado del Consenso de Washington” (2007: 22). Así, la continuidad de la Concertación con el gobierno de Michelle Bachelet y con ello la prolongación de la política monetaria del Banco Central que se encarga según los dictados de la política neoliberal de cuidar la inflación y la estabilidad de las variables macroeconómicas, como diría Paul Krugman son vigilantes del dogma del control de la inflación (Krugman, 2009). La política macroeconómica del gobierno de Ricardo Lagos es producto de la continuidad de la política neoliberal en el modelo socialdemócrata en Chile debido a la coalición política de la Concertación, una coalición que para los más optimistas es frágil y uno se preguntaría ¿qué sucedería si termina dicha coalición partidaria?
Por otro lado, el presidente Hugo Chávez ha expandido políticas sociales inclusivas, y ha reformado el Banco Central de Venezuela, en donde el Ejecutivo tiene una influencia directa en las políticas monetarias y que obedecen a su proyecto político de izquierda-populista. Algunos analistas políticos tienen temor y repulsión al término populista, perdiéndose así el objetivo de estudiar una realidad política compleja como lo es el caso de Venezuela. Frente a los escépticos del modelo de izquierda-populista, Chávez ha propuesto políticas monetarias focalizadas a la intervención del gobierno en el manejo de la economía, todo esto frente al asombro de los liberales en política monetaria.
De esta manera nuestro ensayo en realidad son ejes posibles de investigación cuyas coordenadas consisten en realizar un análisis morfológico de los supuestos ideológicos-políticos de las políticas monetarias de los bancos centrales y criticar el dogma de que los bancos centrales son neutrales y asépticos a toda ideología política. Consideramos que las políticas monetarias se articulan en ideologías políticas que sirven como marco de referencia para legitimar las políticas públicas de los bancos centrales.
Referencias bibliográficas
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Documentos
Constitución Política de la República de Chile (Octubre, 2009)
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (2009) publicada en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela.
Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela, 2009: 12-13
Poder Ejecutivo de la República Bolivariana de Venezuela, Decreto Nº 2.302; 5 de febrero de 2003
Fuentes electrónicas
Base de Datos Políticos de la Américas (2009). Consultado el 20 de septiembre, Atribuciones del Banco Central de Chile y Venezuela dirección electrónica: http://pdba.georgetown.edu/Comp/Economico/Monetaria/atribuciones.html
Diarios
La Nación de Argentina
* Noé Hernández Cortez es Candidato a Doctor en Investigación en Ciencias Sociales con especialidad en Ciencia Política por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso, sede México). Líneas de investigación: Economía Política Internacional, Instituciones Monetarias, Global Social Policy, Política Social en Venezuela y Empresas Socialmente Responsables (Corporate Social Responsibility). * noe.hernandez@flacso.edu.mx; noe.hernandezcortez@gmail.com
[1]Tomamos de Michael Freeden la metodología morfológica para estudiar las ideologías políticas concretas. Para ello establecemos una morfología de dos modelos de ideologías políticas de izquierda: un modelo de izquierda socialdemócrata y un modelo de izquierda-populista. Ver: Freeden, Michael (1996) Ideologies and Political Theory. A conceptual Approach, Oxford University Press, Oxford
[2] Posteriormente John Williamson con sentido autocrítico evaluaría los errores de estas reformas económicas de primera generación para América Latina en su libro colectivo After the Washington Consensus: Restarting Growth and Reform in Latin America (2003), Institute For International Economics, Washington.
[3] La dimensión económica en cada modelo se considera como una construcción discursiva de los intereses políticos de la élite gobernante para justificar “técnicamente” sus políticas monetarias. Consideramos que el discurso económico no es neutral, sino ideológico en el sentido de Joseph A. Schumpeter. Ver: Schumpeter, Joseph A. (1949) “Science and Ideology” en The American Economic Review, Vol. 39, No. 2, (Marzo), pp. 346-359.
[5] No es casual que el ex presidente Ricardo Lagos utilizara constantemente el término “credibilidad”, en alusión a la llamada “literatura de la credibilidad”.
EN DOCUMENTO: Ideología política y Bancos Centrales. Un estudio comparativo entre Chile y Venezuela, 1999-2009, Una primera versión del presente ensayo se publicó en la Revista Análisis Social del Departameto de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Iberoamericana, Campus Puebla, México.
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